Hace 39
años la dictadura desarticuló un proceso de transformación llevado
a cabo por los trabajadores y el conjunto del pueblo. Para hacerlo no
dudo en poner en práctica la instrucción militar que recibían las
FF.AA. durante años por parte de EE.UU. Así nuestra tierra se regó
con chilenas y chilenos que fueron torturados, asesinados y hechos
desaparecer por las FF.AA. al servicio del capital y los intereses de
las clases dominantes.
El
objetivo de la dictadura era herir profundamente al pueblo,
transformándolo en una dócil masa sin identidad ni proyecto, sin
valores que seguir ni sueños que conquistar. No fue una simple
venganza, sino un plan calculado para que las fuerzas populares se
vieran debilitadas a tal punto que no pudieran ponerse de pie para
labrar su propio destino.
En esta
estrategia era necesario infundir el miedo, extendiéndolo en todo el
cuerpo social para que nadie se atreviera a contestar las ofensas
cotidianas que los poderosos dejan caer sobre nuestras espaldas, para
que nadie adhiriera a las ideas de cambio social, al menos por un
buen tiempo.
La
dictadura no fue nunca un fin en si mismo, sino un camino para
conseguir estos objetivos. Cuando a mediados de los ochenta las
clases dominantes comprendieron que el pueblo no permitiría que la
dictadura durara mucho tiempo, entonces no dudaron en cambiar la
forma de la dominación asegurando mantener el fondo de
esta, a saber, el capitalismo en su fase neoliberal. En ese
momento convocan a la concertación para que se hiciera cargo de la
administración del país, para que les diera a la derecha y a los
empresarios las garantías de que no tocarían sus intereses ni a los
violadores de derechos humanos (de ahí la conocida frase con que se
abren los gobiernos civiles “justicia en la medida de lo posible”
pronunciada por Patricio Aylwin, ex presidente de Chile que avaló el
golpe de Estado).
La
concertación cumplió a la perfección su tarea, la cual fue
mantener la institucionalidad de la dictadura plasmada en la
constitución del 80. Esta constitución fue legitimada por medio del
remplazo de la firma del dictador por la del entonces presidente
Ricardo Lagos, manteniendo los enclaves dictatoriales, pero
revistiéndola de un ropaje supuestamente democrático. Adicional a
ello debía asegurar la tan nombrada “gobernabilidad”. Hoy
sabemos, por militantes de la propia concertación, que esto se
realizó mediante la cooptación de las organizaciones sociales para
controlar sus luchas y demandas, y cuando esto no era posible, se
dedicaron a desarticularlas. Los empresarios celebran en la
actualidad la administración que la concertación realizó y, a la
luz de los hechos, eso no nos debe sorprender.
La
llegada del gobierno de Sebastián Piñera demostró que las
políticas represivas y económicas de la alianza no distan demasiado
de las aplicadas por la concertación, si bien algunas se han
profundizado, estratégicamente responden a las mismas directrices;
el Estado subsidiario, la privatización de los derechos sociales,
los bajos sueldos, la destrucción del medio ambiente en favor de las
ganancias de las transnacionales son políticas compartidas por la
alianza y la concertación, ya que ambos grupos buscan administrar el
mismo modelo, aquel que no puede existir sin el lucro y la
mercantilización de nuestras vidas, siendo más eficiente en ello la
concertación que aquellos que comúnmente identificamos con la
derecha.
Hoy a 39
años del golpe desde Corriente Praxis nos identificamos con las
luchas que el pueblo ha dado, pues somos parte de él y compartimos
sus derrotas, triunfos y alegrías. Es por esto que comprendemos que
el mejor homenaje no es la memoria vaciada de contenido político, la
exigencia de justicia y verdad debe ser sostenida. Pero nuestro
verdadero homenaje es inscribir esa memoria en un proyecto político
transformador para Chile, los trabajadores y sus pueblos. Sin ese
proyecto nuestros muertos no podrán descansar. Y en cada paso que
damos en esa dirección, quienes caminan junto a nosotros son
aquellos que ayer fueron derrotados y asesinados.
A 39 años
del golpe, y a 22 del engaño de la concertación reafirmamos que el
camino del pueblo es la construcción de un proyecto libertario y
socialista que se plasme en una nueva constitución de los
trabajadores y los pueblos que garantice una educación gratuita y de
calidad al servicio de las necesidades de las mayorías hoy
desposeídas y no del mercado, que nacionalice los recursos naturales
y respete el medio ambiente, una constitución que asegure a la
familia trabajadora el usufructo de su trabajo.
Con convicción y alegría seguimos construyendo proyecto
popular
Memoria para el poder, memoria para la transformación social.