El
2011, a diferencia de años anteriores, fue sin duda el año del
movimiento estudiantil, este se caracterizó por la masividad (fueron
miles de estudiantes que se volcaron a las calles a manifestarse)
como en la capacidad de permear a toda la sociedad con sus demandas.
Si
bien las movilizaciones no se tradujeron en la conquista de las
demandas transversales, si lograron generar una madurez política de
los estudiantes movilizados en todo el país, lo que se reflejó en
un crecimiento tanto de organizaciones políticas y estudiantiles
como también de los estudiantes que no participaban en ellas. Además
se profundizó en la capacidad de diagnóstico del sistema
educacional, lo que se tradujo en la construcción de propuestas y
demandas que apuntaban a una educación gratuita y de calidad que sea
garantizada por el Estado a los chilenos y chilenas.
Aquellas
demandas lograron una fuerte adhesión desde distintos sectores
sociales, lo cual generó aún mayor masividad en las calles. Sin
embargo, tal como vemos hoy, las grandes marchas y jornadas de
protesta social no tuvieron mayor efectividad a la hora de plantearse
como un agente de cambio capaz de incidir en la institucionalidad
actual.
A
su vez, en distintos lugares de nuestro país, fueron varios los
sectores sociales que se movilizaron por la conquista de sus
demandas, las cuales se encontraron constantemente con un gobierno y
un sistema político que solo usa la fuerza del estado para
reprimirlos y criminalizarlos con el objetivo de no acceder a sus
peticiones.
Ante
esto, desde varios sectores del movimiento estudiantil se
construyeron tesis de fortalecimiento del movimiento social, en pos
de enfrentar en mejor pie al estado y su sistema antidemocrático.
Una de ellas renegaba de cualquier vínculo o contacto con los
representantes del aparato estatal; el camino, señalaban, debía ser
la acumulación social y no la búsqueda de reformas políticas. Por
otro lado, hubo quienes plantearon la necesidad de insertarse en la
institucionalidad para poder influir en las decisiones que en ella se
toman.
A
pesar de las discusiones que en torno a esas dos tesis se plantearon,
no existe razón para comprenderlas como antagónicas, es más,
creemos que ambas estrategias deben converger en una misma apuesta
del movimiento estudiantil y social que le permita conquistar sus
demandas aún incumplidas por el gobierno. Para ello es necesario
fortalecer el movimiento estudiantil, consolidarlo en un movimiento
popular amplio de carácter multisectorial que sea capaz de hacer
frente al sistema que día a día nos oprime y explota.
Sabemos
que es una necesidad avanzar en la conquista de las demandas sociales
y apuntamos a que estas sean ganadas y sentidas como un triunfo
propio por parte de los diversos movimientos que las levantan. Con
ello, buscamos impedir la cooptación de estos movimientos por parte
de los sectores dominantes que no aceptan los cambios que la sociedad
exige; muy por el contrario, su estrategia es ofrecer simples
maquillajes que en ningún caso apuntan a resolver las grandes
desigualdades que vive hoy nuestro país.
Nuestra
apuesta nace desde los sectores en lucha, en miras a la construcción
de una alternativa política que permita fortalecer a los
trabajadores y los movimientos sociales como actores con vocación de
poder capaces de levantar su propio proyecto de sociedad.
La
tarea es compleja, ya que actualmente nos rige una constitución
política creada bajo la dictadura militar de Pinochet, la cual
consagra una institucionalidad antidemocrática con un sistema
binominal cuyo objetivo es mantener en el poder a dos bloques de
partidos, ambos representantes de las clases dominantes, buscando
evitar que surjan nuevos referentes políticos representativos de los
sectores populares.
Han
existido diversos intentos de sectores de izquierda por ser una
alternativa al duopolio, lo cual no ha sido efectivo por diversas
razones, entre las cuales está el distanciamiento que ha habido con
los trabajos de base, produciéndose así una dicotomía entre lo
social y lo político producto del excesivo acento en lo electoral
sin tener un correlato social.
Por
otro lado, en las elecciones pasadas, otros sectores de izquierda han
decidido acercarse a la concertación y sostener con ella pactos
electorales, cercanía que se mantendrá en las elecciones
parlamentarias y posiblemente también en las presidenciales de este
año. Su llamado es a unir a todos los partidos y organizaciones
sociales tras el objetivo de sacar a la derecha del poder. Ante ese
llamado cabe preguntarse: ¿quién es la derecha en Chile? la
concertación fue quien se encargo de la administración y la
profundización del sistema neoliberal, por ello no nos confundimos:
la derecha no es solo la coalición gobernante, lo es también la
concertación, y esta buscará renovarse para ser gobierno nuevamente
y tratar de contener el avance de las luchas populares.
Nuestra
apuesta no es realizar este tipo de alianzas que desarmarían
políticamente al campo popular, sino que apostamos a constituirnos
como una alternativa que vuelque a los trabajadores y los movimientos
sociales hacia la institucionalidad política, pero no para someterse
a esta, sino para subordinarla a sus propios intereses, apoderándose
de ella hasta donde sea útil, reconociendo sus limitantes, siempre
con el horizonte de transformarla.
Podemos
señalar que no existe una fuerza política que por si sola sea capaz
de erigirse como una alternativa a los partidos de los sectores
dominantes representados en la alianza y la concertación. A pesar
de los trabajos territoriales y organizaciones sociales el poder
económico, político, social y cultural que controla el duopolio
dominante puede más ante un pueblo que esta despertando pero que aún
se encuentra absorto en promesas de consumo y meritocracia.
El
2013 es un año de elecciones presidenciales y parlamentarias, por
ello tenemos como una de las tareas prioritarias el lograr
posicionarnos como un actor protagónico en la construcción de un
bloque político nacional que se constituya en real alternativa de
poder al bloque dominante. Debemos ser capaces de convocar a otros
sectores sociales, desde las fuerzas anticapitalistas que estén
dispuestas a construir escenarios favorables para el avance de las
luchas de nuestro pueblo, hasta las organizaciones de carácter más
moderado que hoy se plantean contrarias al avance concertacionista y
apuestan a disputar la hegemonía neoliberal.
En
el presente año, si nuestro objetivo es generar los cambios que
Chile necesita, estamos llamados a ser actores protagónicos, no
podemos perder la iniciativa. Es por ello que es necesario disputar,
desde los trabajadores y el movimiento social, el poder político y
así generar condiciones de avance para nuestra gente, no es momento
de caer en lógicas abstencionistas o principismos que impidan forjar
las alianzas necesarias que permitan abrir paso a una transformación
radical de nuestro país, flexibles en la táctica y firmes en la
estrategia debemos avanzar a construir el gobierno del pueblo.
Que
el pueblo mande!
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